Infieles.

Musas bailando de Peruzzi.
Había mirado  a través de los cristales hacia el mar  tormentoso que rompía a los pies del restaurante. El  cuarto vodka seguía su curso a través de  la garganta y los vapores etílicos subía a hasta su cabeza, calentando la mente.
 Me has dejado, ¿y qué? Estoy solo, pero no por mucho tiempo. Ya habrá otras— farfulló.
Observó a las parejas que en otras mesas hablaban entre susurros, algunas le miraban con lástima. Se puso en pie con el vaso en la mano.
—Brindo por las musas. Unas prostitutas que te muestran una buena idea y después desaparecen en mitad de la nada, llevándosela con ellas y ofreciéndosela a otros . ¡Son unas calienta mentes! Ellas yo son fieles. Yo tampoco—gritó. 
 Con pasos tambaleante había cruzado el salón y se sentó ante un piano que se encontraba en un rincón.
—¡Qué os den! Buscad a otro incauto que os aguante. A partir de hoy dejo la escritura  y me dedico a la música.




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