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Mostrando entradas de abril, 2014

El Patio

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                                                 Patio cordobés - Obra de María José Pastorín Sánchez    Sentado en una silla de enea con la cabeza baja y el bastón entre las manos, contemplo la vida pasar. La artrosis me ha dejado con poca movilidad y desde entonces, me dedico a recordar viejos tiempos en mi Córdoba natal.    He nacido en el Alcázar Viejo y este lugar ha tenido color incluso cuando la vida era en blanco y negro. Geranios, rosas, jazmines, helechos y naranjos, enredaderas y siemprevivas adornan cada centímetro cuadrado de sus calles, dándole un aspecto alegre y un perfume único.  Un día dijeron que sus patios eran Patrimonio de la Humanidad. Seguro que sí, a pesar de que ninguna de las mujeres de este barrio lo adornara para eso.  Es cierto que desde que tengo uso de razón, la rivalidad entre  las vecinas ayudaron a conseguir que este barrio durante la primavera sea el más visitado del mundo. Mi mujer fue una de ellas, siempre pendiente de cada maceta. La

Paseo hasta Prado de Osma ( El Almendro )

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Desde mi regreso al pueblo, he recorrido en numerosas ocasiones el sendero que conduce hasta la ermita. Son apenas seis kilómetros de peregrinaje para los devotos, o un buen paseo por el campo, para bajar ese poquito de colesterol que se acumula por el exceso de vida sedentaria. Casi siempre he ido acompañada, sin apenas apreciar la belleza que la madre naturaleza me muestra en cada rincón. Hoy he preferido ir sola, observando todo lo que el lugar puede ofrecer. Es una preciosa mañana de primavera. El cielo, de un rosa intenso, me muestra un astro rey que comienza a despertarse debajo de un edredón de nubes, desperezándose sin prisas. Durante mi paseo, voy disfrutando de lo bonita que se encuentra la dehesa en estas fechas. Las jaras ataviadas de lunares blancos, adornan el traje verde de la campiña, que gitana como es, se engalana para recibir a los romeros a la grupa de sus caballos. De vez en cuando, me cruzo con algunos conejos a los que molesto con mí deambular. Contem

Juan Ramón y yo.

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Juan Ramón Jiménez - obra de Joaquín Sorolla y Bastida Visitaba el pueblo de Moguer, intentando averiguar qué relación simbiótica había existido entre el insigne escritor y su pueblo natal. Siempre he creído que todo artista plasma en sus obras todo aquello que, durante su vida, le entra por los sentidos. Algo tenían que ver entonces, la luz, el ambiente,  las  calles, plazas y jardines de aquel pueblo para que hubiesen inspirado tanta belleza. La poesía andaluza me parecía que tenía un color que no tenía el resto, o por lo menos, era lo que intentaba demostrar en mi libro. Había empezado por Juan Ramón porque soy onubense y él había sido desde siempre, mi escritor de referencia.