el corte




     Entré en la cocina. El cadáver se encontraba sobre el suelo de baldosas blancas con un cuchillo sobresaliendo del pecho. Una mancha carmín rodeaba la herida. Eché mano al bolsillo y descubrí que había vuelto a olvidar los guantes. Miré a mi compañero que negó en silencio. Resoplando cogí unos rosas de goma que colgaban del fregadero.

     —La mujer ha confesado. Farfullaba algo  sobre que no sabía cortar y no quería esperar. Creo que  ha sido por su culpa. —Señaló hacia un punto detrás de mí. 

     Me volví hacía el lugar que me indicaba y los ojos se me pusieron como platos.


    —¡Joder!, yo también me hubiera cabreado. Vaya destrozo que le ha hecho al cinco jota —exclamé cuando  vi el jamón que colgaba de un gancho en la pared.

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