Desmontando la historia: Los Reyes Católicos.

Lo que pudo haber ocurrido pero nunca ocurrió....

Paisajes de Granada: El Partal 3 - Péter Bojthe



En la hermosa ciudad de Granada, después de que el pobre Boabdil el Chico se marchara hecho un mar de lágrimas por la bronca de su madre, se instalaron los Reyes Católicos. Habían trasladado toda la corte al palacio de la Alhambra para pasar el verano. Isabel pensó que al menos allí tenían una bonita alberca donde remojarse los pies.

Aquella aciaga mañana, en una de las hermosas estancias que componían el palacio, se encontraban los reyes. Aposentados en sus tronos discutían sobre la última aventura de su católica majestad. Al parecer no había tenido bastante con dejar a medio reino sin habitantes,echando a judíos y árabes sin contemplaciones, sino que además, había empeñado hasta la última moneda de Castilla en otra empresa, que según dijo la haría saltar a la fama y destacar sobre las demás reinas del continente. Aunque no lo pareciera a Isabel le gustaba sobresalir. Pero algo había salido mal, y el pésimo humor del que hacía gala Isabel de forma habitual se había cuadruplicado.


Fernando, algo más pacífico y poco dado a conflictos, intentaba rebajar el tono, aunque por dentro no cabía en sí de gozo cuando se dio cuenta de que por primera vez tenía a su mujer cogida por el pescuezo.

—Isabel, escolta nena, va siendo hora de que desistas. Colón se marchó con la pasta y no tomó la ruta a las Indias. La ruta que tomó fue la de Villadiego.


Isabel, sentada de espaldas a Fernando, persistía en no creer lo evidente y reconocer que había vaciado las arcas de Castilla depositando todo el patrimonio del reino en manos de un ladrón.

“ ¡Un italiano! ¡Ni siquiera le pedí antecedentes! ¿Cómo he podido ser tan burra? Nada más lo hice por quedar por encima del memo este —miró a Fernando—. Él me dijo que no y yo, doña erre que erre, dije que sí y ahora… ¡No soporto ese aire de suficiencia que tiene!”

—Reina, per què no reconeixes que no em vas fer…

—¡Fernando, no me hables en catalán que me pones de los nervios!

—Isabel, reconoce que deberías haberme hecho caso, los hombres sabemos de esto…

—¿Hombres, qué hombres? ¿Dónde están esos hombres? ¡Se extinguieron en la segunda glaciación! ¡Lo que tiene que aguantar una por el reino!

—Aixo, tu ofende que ya te queda poc.

—¡Cállate que no me dejas pensar! –de un manotazo, Isabel se cargó una mariposa que eligió un mal momento para posarse en el brazo del sitial que ocupaba.

—Molt bé, pero que sepas que ahir va venir un viajero de Oriente y se comenta por allí que Colón se va construir un Castell al Bósforo y vive com un marqués.

El rey de Aragón disfrutaba de lo lindo con la situación de su esposa. Ahora sería él quien se encargara de poner las cosas en su sitio.

“A la perdularia de mi mujer se le acabó el chollo. Ara el que monto sóc jo. Ella ja no pinta res. La història m’ho agrairà.” Y una sonrisa ensanchó aún más su boca, ya bastante grande.

—Reina meva, el maravedí es el maravedí y tú ya no tienes ni per comprar el pa…

Ella agachó la cabeza un momento. Aún no está preparada para ceder los mandos de su reino al pánfilo que tenía por marido. Dio una patada y un bufón que se sentaba a sus pies salió disparado escalones abajo. El muchacho no tardó nada en levantarse y salir corriendo. Era de todos conocido que cuando Isabel estallaba cuánto más lejos se estuvieran mejor.

—¡Qué me traigan a ese desgraciado! ¡Quiero la cabeza de Colón en una caja! ¡Espero que hasta el diablo le cierre las puertas cuando intente cruzar al Averno!

Y he aquí que se organizaron cruzadas (excursiones a Oriente), nacieron órdenes militares y Europa entera se movilizó con un único objetivo: perseguir a Colón. Nunca le encontraron. Según cuentan, se escondió en un monasterio de clausura en Jerusalén, entregando todo el botín de Castilla a manos de una orden religiosa y militarizada, losTemplarios, que más tarde fueron perseguidos por no declarar sus bienes, la procedencia de los mismos y por descontado no pagar impuestos. Lo de que hacienda somos todos, también iba para ellos. Según cuenta la historia, creo que no consiguieron sacarles ni un triste rosario de madera, ya que escondieron el botín en un paraíso. Lo de fiscal vino con el tiempo, cuando se dieron cuenta que si se escondía bien la pasta pasarían siglos antes de que hubiera que pagar al fisco, y en aquel momento el delito habría prescrito. Pero esa es otra historia.

Nada de eso sirvió para que Isabel pudiera tener su trofeo colgado y disecado de la pared del trono, ni para que pudiera recuperar las riendas de su perdido reino. Aunque tuvo otra consecuencia que mejoraría notablemente toda la economía europea. Proliferó un nuevo negocio que se extendió por todo el continente: el turismo rural y el turismo religioso. La gente se marchaba a Oriente de vacaciones o en peregrinación y se alojaban en las innumerables posadas y casas que había a lo largo del camino.

Cuando Aragón montó a Castilla, digamos en román paladino que Isabel agachó la testuz y Fernando levantó el pescuezo, algo cambió. Pero hubo un hecho cierto que permaneció inmutable y que la historia contempla y contemplará, aunque en vez de judíos, los reyes católicos hubieran echado de reino andalusí a los mismísimos dinosaurios porque no hubiera caído ningún meteorito que los extinguiera. Este hecho fue la cabezonería de Juana, la princesa heredera al trono de Aragón y Castilla.

Una vez que la niña tuvo a la vista al “guaperas” de Felipe, el seso se le nubló y ni el pusilánime papá ni la ofuscada mamá pudieron hacerla desistir para que eligiera a otro pretendiente. Felipe, por su parte, era y siguió siendo un gigoló entre las cortes europeas. Eso, al principio, no le importó a Juana que se casó con su amado, a pesar de las advertencias de la Santa Inquisición para que no lo hiciera. Claro que más tarde tuvo un ataque de cuernos que la llevó a la locura. Pero esa es otra leyenda. 


Por supuesto y debido a todo lo anterior, se consiguió que cambiase de rumbo el curso de la historia y, cinco siglos después en un colegio de Toledo, una profesora impartiendo clases de sociales examina a sus alumnos.

—Joan, digues la capital d’Aragó.

—Saragossa.

—Digues amb quien limita Aragó, nuestro gran reino.

—Amb la Xina y amb l’Africa.—

—Molt bè.

—¿Quién va descobrir y cómo es diu el nou continente?

Roser, una jovencita pecosa y pelirroja, levantó la mano.

—Hernán Cortes, senyoreta, en 1520. Va ser per casualidad, un error de càlcul en los mapas de l’època. La llegenda cuenta que Cortés no tenía sentido de l’orientació i quan portava uns meses navegant, camí de la Xina, es va perder i va acabar a les platges d’una terra extraña, un nou continente, al qual avui llamamos Castilla la Nova en memòria d’Isabel la Catòlica que va perder el seu regne per un sueño i que va veure cumplido després de la seva muerte.

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Nota de la autora: En ningún momento he pretendido que mi catalán fuera el correcto. Más bien una mezcla de ambos idiomas: castellano y catalán.

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