¡Vamos de estreno!

Entrando al teatro - Luis Díez Pazos
   En una pequeña ciudad de provincias, donde la clase privilegiada no son muchos y todos se conocen, se convoca el I Certamen de películas para directores nobeles. El día del estreno, uno de los cines, se engalana para la ocasión. Luce una alfombra roja y los trajes de noche de los asistentes que la cruzan ponen la nota de glamour.

   Dentro del cine, acomodadas en sus butacas, dos mujeres de mediana edad cuchichean sobre una pareja que se sienta cuatro filas más adelante, a la espera de que el director de la ceremonia inaugure el evento y comience la primera película del concurso.


   —Cuqui, fíjate en esa pareja de ahí delante ¿Qué me dices del moño de ella? Su peluquero debe odiarla. ¿Y el vestido? No he visto el resto, pero ese cuello alto de lentejuelas brilla con luz propia. El acomodador no necesitará linterna para sentar a los rezagados

   —¡Qué cosas tienes, no seas mala —la regañó su compañera de asiento— Qué sepas que leí en el Informaciones que los Cañero dan una fiesta. La pareja de delante deben ser sus primos, los Artuaga. He leído en el Hola que han venido desde Estados Unidos para el evento.

   —No me había enterado, cuéntame.

   —Pues, la sirvienta de los Cañero le dijo a la mía que los primos de su jefe tenían ganas de ver esta película. Son ellos, ¡seguro!, los he reconocido por la foto de la portada de la revista cuando llegaron al aeropuerto. En el reportaje se comentaba que ella es una arquitecta muy famosa y él un reputado empresario. Y, muérete, Purita, ese vestido lo vi en el escaparate de Versace, y costaba los doce mil euros. Estuve a punto de comprarlo, pero ya sabes que el plateado no me favorece.

   —Es cierto, a ti te van más los dorados. ¡No me digas, Cuqui, que esos son…¡Dios mío!

   —¿Qué te parece si cuando acabe la película, a la salida, nos acercamos a saludarles? Ahora mismo llamo a Ridruejo, el fotógrafo, y le digo que nos espere a la puerta para que nos haga un robado con ellos. Purita, espera que nos vean en portadas. Estoy deseando que llegue el sábado, en la partida de bridge se morirán de envidia-.Ni corta ni perezosa Cuquí saca el smartphone de su carísimo Chanel y se pone al habla con el fotógrafo que trabaja de free-lance para distintas publicaciones de sociedad y cotilleos -. Estará cerca de la entrada y nos hará las fotos en cuanto nos acerquemos a ellos. Ya le conoces, Ridruejo no se pierde una buena exclusiva. -dijo sonriendo mientras guardaba el móvil.

   —Si llego a saberlo me pongo el traje azul de Lacroix y no éste Adolfo Domínguez que no me estiliza. Se va a notar que este año aún no he ido a la Buchinger . Por favor, no se te ocurra comentar lo que he dicho sobre el peinado. Con esta penumbra, no me había percatado, pero la verdad, es que le queda monísimo ese moño alto que realza la elegancia natural que tiene.

   —Lástima que después del estreno tengamos un cóctel en casa de los Sandoval. Es posible que los Artuaga nos inviten a acompañarles a la fiesta y claro, no debemos hacerles un desplante —dijo señalando a la pareja de delante — total, los Sandoval no tienen categoría solo dinero.

                                                 ****

   Mientras, los protagonistas de la conversación anterior, mantienen su charla particular en voz baja impacientes porque comience el film.

   —¿Cómo llevo tantos años agüantao? Si soy güena, ¿por qué me castiga Dios con esta cru? ¡Eres un desgrasiao! ¡Me juraste por tus muerto que hoy no ibas a beber y está que no te tie en pie, malaje! ¡Con lo qué m’ ha costao preparar to pa vini a un sitio legante!

   —¡Mujé no te ponga ansi!

   —Si m’he pasao toa la mañana en la piluquiría y ni t’has fijao en er moño que m’ha hecho la Antonia, qu’este arrecogio solo sale en las revista. Tampoco m’as dicho ná der vestio nuevo der mercaillo. Pos que sepas que m’ha dicho la Manuela la der Tieso que uno igua se lo había visto a la Prisli y me quea lo mesmito que a ella.

   —¡Qué estás mu guapa! -le susurró al oído

   —Qué sepas que en er barrio toas me preguntan que si estoy a plan. ¡Fijate! hasta la maestra der niño me llamó una cosa mu fisna, dijo que soy una sirfidi, y yo entendí que es una que está dergá. Sabes que te digo, que la maestra tie razón que no me sobra un gramo, ni pa jase una armondiga. Claro, que a la probesilla la sobran casi tos. Si la tuvieran que vender despiesá abastesía a toas las carniserías de la capitá ella sola. ¿Tas roncando?

   —Que va quilla, antodavia no, tes ti escuchando. Anque si me dejas, echo solo una cabezá hasta que empiese, qu’he madrugao. He salió a por chatarra pa pagá er vestio, er moño y er cine.



   —¡Qué cuajo tienes gachó! ¡Si eres más flojo que un muelle guita!¡No me haigas hablar! T’as pasao en la taberna tor día y yo gastándome un dinerá en ti. ¡Veinte euros ma costao el jato que lleva puesto que pareses er Julio Iglesia! No merecías na ¡mamarracho! Y ponte derecho que me tiene el hombro cansao.

   —¡Niña, que te traio ar cine!

   —Ties rasón, gachó–ella le sonríe —que me tratas como a la mesmisima reina. ¡Mira ya sale un hombre!

   Las luces se apagan y comienza el espectáculo. Hoy doble función: la primera en la gran pantalla y la segunda...a la salida.



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