La imaginación

Una mañana tomando el café descubrí que me gustaba escribir, contar historias e inventarlas. Algo insólito teniendo en cuenta que toda mi vida me moví entre números. La imaginación es una de esas cualidades que desarrollamos desde la infancia, no a base de gimnasio pero casi, ya que requiere un entrenamiento constante y arduo.    Debo reconocer que los niños de mi generación (nacidos entre finales de los años 50 y principio de los 60) fuimos unos privilegiados en este aspecto, ya que tuvimos que poner a prueba todo nuestro ingenio para sobrevivir a una infancia con mucha escasez y poco o ningún juguete.    Mi generación, a caballo entre la foto en blanco y negro y la tecnología digital, sin dinero y con mucho tiempo libre, aprendió que unas sábanas y unas toallas nos inspiraban para crear diseños de alta costura y montar una pasarela Cibeles en el patio de casa; que tres metros de elástico o una cuerda eran suficientes para pasar tardes inolvidables y bajas en colesterol con las amigas; aprendimos a reciclar antes que nadie y una caja de zapatos se convertía en el armario perfecto para guardar el vestuario de nuestras muñecas recortables, que ya quisieran las mismísimas Barbie's.   He pensado que todos aquellos que tuvimos la fortuna de jugar únicamente a base de imaginación,  jamás sabremos el significado de la palabra aburrimiento.
   

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un domingo diferente

Mi identidad

Cuento: Un Judío en el califato de Córdoba.