Un futuro poco prometedor
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Pitonisa en rojo con bola paradójica de Escher - Jalar |
Me había predicho el futuro; pero
claro, ¿quién cree a una pitonisa encontrada en una feria ganadera? Aquella
mujer me lo advirtió y, por supuesto, no me lo tomé en serio. Hoy, 17 de
febrero de 1901, dos meses después, está a punto de cumplirse su predicción y
ya no puedo volver atrás para escuchar una posible alternativa a mi muerte.
No tenía nada mejor que hacer y
decidí pasar un día en el campo, en la feria del condado, entre olores a vacas
y pasteles. Se celebraba el torneo de monta de toros y un concurso de tartas de
manzanas recién horneadas que se vendían en los puestos ubicados alrededor del
recinto.
Fui caminando de un puesto a otro
intentando pasar el rato, cuando al fondo de una de las callejas, vi una tienda
que sustentaba un letrero en el que se leía: “Pitonisa: por un dólar te
muestro tu futuro.” El aburrimiento hizo que me colara sin pensarlo.
Dentro, una luz tenue incidía
sobre una mesa cubierta con un tapete negro. Sentada ante ella, la mujer más
esperpéntica que había visto nunca. Vestía una túnica fucsia estampada con
soles y lunas en tonos dorados; un turbante de color morado con estrellas
plateadas cubría parte de su melena roja; una nariz de pico de loro sujetaba
unas antiparras redondas con cristales tintados en azul. Toda ella, de un
tamaño descomunal, era como para mofarse, aunque me limité a mostrar una mueca sarcástica
y a sentarme cuando me lo indicó.
—Bien caballero, ¿qué le trae por
aquí? —. Me resultó extraña la suavidad de su voz, nada acorde con la
estridencia de su vestuario.
—El cartel de la entrada —le
contesté— ¿Es capaz de adivinar mi futuro por un dólar? Gustoso lo pago si
adivina mi presente.
—Bien usted lo has querido. Su
presente es muy fácil. Trabaja en una oficina. Yo diría que en un banco. No
tiene relaciones femeninas que le aten. Vive aún con su madre y no se encuentra
cómodo en el campo.
—¡Voy a creer que sabe lo que
hace; ha acertado! ¿Cómo lo ha hecho si no le he dicho nada?—pregunté
adulador—. He asistido a otras consultas que resultaron ser unos farsantes. Sin
darme cuenta, en una charla previa, me habían sacado la información; pero con
usted no ha habido cruce de palabras y lo ha adivinado todo.
—En este caso es pura
observación. Tiene los dedos manchados de tinta y un callo en el dedo corazón
de la mano derecha, he supuesto que de sujetar los lápices. Respecto a si trabaja
en un banco, es la profesión que más paga a los escribientes y su traje de
calidad me dice que cobra un buen dinero. No lleva alianza ni trae compañía
femenina, sin embargo su camisa y pantalón bien planchados me dice que hay una
mujer en su vida. Lleva una tarta de manzana, así que no es para una
criada, pero como es joven, creo que su madre es una buena candidata para que
viva con ella. Los botines de señorito que lleva son para andar por la
ciudad y no son cómodos para el campo, al parecer no lo frecuenta mucho si no tiene unas botas resistentes para venir a estos sitios. Por cierto, esos
se le van a estropear al caminar por el lodazal.
—Bien, ya veo que con la
observación puede hablarme del presente. ¿También le sirve para conocer mi
futuro?
—Déjame ver sus manos. —me dijo
apremiante.
Se las enseñé y después de un
segundo me soltó a bocajarro.
—Va a morir dentro de un par de
meses. Págueme y le digo como esquivar la muerte.
Retiré las manos y me levanté
presuroso. Aquella mujer había conseguido asustarme.
—No la creo —dije saliendo
deprisa.
—Deme mi dinero o ponga sus asuntos en
regla que le queda poco. Puede evitarlo si…—la oí después de salir, negándome
escuchar más y rehusando desembolsar el dólar que le había prometido.
Volví a casa y anduve un par de
días dándole vueltas al tema, pero asuntos más urgentes que requerían mi
intervención, me hicieron olvidarlo; hasta hoy.
Tengo a un tipo, apuntándome con
una pistola, decidido a robar el banco. Recordé que detrás de la premonición
había un condicional que me negué a escuchar. Un dólar iba ser la diferencia
entre la vida y la muerte.
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