Deformación profesional



La octogenaria señora les había convocado en el salón, todo el servicio tenía que estar presente. Antes de entrar, Mary se dirigió a Martha.
—No lo demores mucho. Tengo cosas que hacer —le susurró.
—Ayer estaban en su sitio —dijo la señora, cuando los tuvo delante—. Alfred, observé que te entretuviste mucho  en la entrada al salir en busca del coche.
—Yo no fui, señora. Solo colocaba la gorra ante el espejo —replicó el chófer.
—Roger no pudo robarlas. —La anciana miró al mayordomo—. Estuviste con  Martha todo el tiempo. Ella lo ha corroborado.
Entonces,  se dirigió a la cocinera.
—¡Mary, fuiste tú! ¡Confiesa! Tuviste la oportunidad.
—Sí, fui yo. A la vuelta del mercado, metí las llaves dentro del jarrón —declaró con aire aburrido, mirando la hora en el reloj de pared de la sala.
Martha, la enfermera, dio unas palmadas.
—Muy bien, volved a vuestras tareas—. Señora Christie, es hora de que tome su medicación y de descansar. Mañana investigará quién ha matado al pollo que cenaremos más tarde.

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