Un ejército muy especial.


Batalla Olszynka Grochowska - W. Kossak
   En las lejanas tierras de Afganistán y en plena campiña de Qal-l-Naw, el sargento Rodríguez y sus hombres, cubiertos de barro hasta las cejas, serpentean dentro de una zanja.

   —¡Me cago en la puta! Cuando coja a los de la compañía de zapadores me los cargo. Vaya trinchera nos han hecho, hasta a una loncha de jamón serrano la vería el enemigo. ¡Si nos han dejao con el culo al aire! Como llegue vivo al otro lao, les voy a meter un puro que se van a cagar.



   —¡Cabo!

   —¡Sí mi sargento!


   —Comunica al resto que pegue la barriga al suelo que todavía a alguno le hacen otro agujero.


   Se sujeta el casco y mientras arrastra la barriga por el fango va rezongando: 


   "¡Me cago en to lo que se menea! ¿Es que no hay nadie que haga algo al derecho? Vaya partia de inútiles tiene el ejército. "


   El cabo Martínez avanza hasta la posición del sargento.


   —Sargento, ¿puedo decirle algo?


   —¡Martínez! si no estoy gritando estoy pensando y cuando pienso no se me molesta y cuando grito, tampoco. ¿Entendido?


   —Vale, sargento, ya me callo solo que…me parece…


   Rodríguez aprieta los puños con ganas de cargarse a alguien y desde luego no está pensando en el enemigo.


   —¡Cabo!, ¿qué cojones quieres? ¡Suéltalo, de una vez, antes de que nos vuelen la cabeza! Aunque para lo que sirve la tuya, daría igual.


   El muchacho detrás del sargento le hace un corte de mangas.

 
   —Mi sargento, —dijo de manera pausada—. Solo quería decirle que ésta no es la trinchera, la dejamos más atrás. Esto es una zanja de riego de un sembrao.


   Rodríguez, se pone rojo, parece a punto de estallar y estalla. Ya le da igual que le oiga el enemigo.


   —¡Domínguez!, ¡¿Dónde está Domínguez?! —grita desaforado.


   —Aquí delante, mi sargento—grita un soldado, cargado con la radio.


   —¡Ven pa ca que te pegue un tiro, hijo puta! Pero, ¿No te dije la semana pasada que te estudiaras los mapas y qué si te volvías a perder te mandaba fusilar? ¡Date por muerto, cabrón! ¡Cabo! Que den media vuelta sin levantar el culo del suelo y ¡Tú, Domínguez, si te quieres un poco, hazte talibán y pásate al enemigo porque en cuanto te tenga a tiro te vuelo los cojones para que no cojees.


   Embarrados y cansados se dirigen a la trinchera, unos doscientos metros más atrás. El sargento, cabreado, está que se sube por las paredes:
"Qué cabrón, un par de metros más y Domínguez nos mete de cabeza en una mezquita de talibanes. ¿De dónde lo habrán sacao? Si ese desgraciao se pierde hasta en su casa.”


   Puestos a salvo, el sargento les vuelve a gritar.
   —¡Tenemos órdenes! ¡Todos a sus puestos! ¡Prepararse para atacar!
   

   Los soldados corren en desbandada y se colocan en el borde de la trinchera con las armas preparadas.
   

   El sargento, parado en mitad de la trinchera les mira incrédulo.

   —A ver mamelucos que el enemigo está pal otro lao, darse la vuerta. ¡Dios, cómo está el ejército profesional!
Los soldados se miran y se colocan de nuevo, esta vez de manera correcta. 
Uno de los nuevos se acerca al sargento.


   —¿Qué haces aquí? Si necesitas un mapa para llegar a tu sitio no se lo pidas a Domínguez que puede terminar en el Golfo Pérsico.


   —No, sargento, no es eso. ¿Puedo hablar con usted?


   —No creo que sea un buen momento, ¿verdad? No estamos, precisamente, en el té de las cinco, señorita. No sé si te has dao cuenta pero estamos a punto de empezar una batalla.


   —Es que yo no sé disparar, mi sargento.


   —¿De qué hablas, me estas tomando el pelo? Si quieres que te mande a la enfermería no vas por buen camino y si es una broma le voy a ahorrar al enemigo una bala porque el tiro te lo pego yo.


   —No, sargento, es en serio.


   —¿Acaso no fuiste al campamento?


   –Ni campamento, ni colonias, ni siquiera a los boyscouts.


   — ¿De dónde te han sacado?


   —¿A mí?, del INEM. Me dieron en el paro una oferta y me dijeron que me presentara a la entrevista y que si no iba me quitaban la prestación. Me presenté en el cuartel y otro sargento me dijo que usted era el encargado. Me dio una bolsa con ropa y me dijo que me uniera a los demás soldados, que aquí, usted, me firmaría la oferta y me mandaría de vuelta a casa.


   —¡Sanitario, quiero al sanitario! — El sargento se llevó las manos al pecho—¡Cañizares, ha sido él! ¡Me la tenía jurá! ¡A ese hijo puta, en cuanto llegue a Madrid, le dejo sin dientes!

 
   —Sargento, ¿le está dando un infarto? ¿Le hago el boca a boca? Tengo un curso de socorrista de piscina que hice en el paro.


   —¡Si te acercas, te mato! No me ha dao un infarto, no tendré esa suerte. Solo quiero que me ponga una inyección de morfina que me duerma, antes de que saque mi arma reglamentaria y me líe a tiros con tos vosotros, pero sin reglamento.


   El soldado saca un papel del bolsillo.


   —Bueno, ¿qué pasa con lo mío, sargento? Usted me firma el papel para el INEM, y así me puedo ir a casa en el próximo avión.


   El sargento niega con la cabeza.


   —¿Tren?


   Sigue negando.


   —¿Autobús?


   Continúa diciendo que no en silencio.


   —¿Cómo vuelvo? Se me va a cumplir la demanda de empleo y si no estoy me quedo sin cobrar.


   —Tranquilo, López, porque eres López, ¿verdad? Te la voy a firmar en los guevos y los mando por correo certificao al paro, como renovación de la demanda. ¡A tu puesto!


   El sargento, mira al cielo buscando ayuda.


   —Como se enteren en la OTAN que nuestros soldados nos lo mandan del INEM, seremos el descojone. Todo, por bajar las listas del paro. Casi que me peguen un tiro ya, que se sufre menos… ¡Vaya tropa!





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