Aventura nocturna.
Se acercó con sigilo. La luz que emanaba por la rendija era
muy tenue, apenas un resplandor que entraba por la ventana procedente del exterior y que no
disipaban del todo las tinieblas que se extendían por detrás de él.
Con el corazón acelerado, se aferró al canto de
la puerta y la abrió, solo lo suficiente para pasar de lado. Descalzo, se
deslizó al interior. El suelo mullido amortiguaba sus pasos. No le habían oído y el peligro parecía
disiparse, suspiró aliviado . Se
encaramó hasta la cumbre y a gatas,
evitando perder el equilibro y caer,
avanzó hacia su destino.
—¡Manuel, despierta! Esta vez te toca a ti llevar al niño a su cama
—oyó a su madre en el silencio de la noche.
Le habían vuelto a cazar.
Comentarios
Publicar un comentario