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Mostrando entradas de enero, 2016

Un domingo diferente

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Nota: El nombre del partido no es casual. Mi hijo me recrimina porque nunca le saco en mis historias, así que como se llama José María, decidí nombrarle, y además en mayúsculas. Espero, que si hay simpatizante de los partidos mayoritarios, no se sientan aludidos. Me había levantado tarde como cada domingo, y me preparé uno de esos desayunos que a todos nos gusta disfrutar de vez en cuando, y que no lo hacemos por falta de tiempo, por la dieta o por el colesterol. Ya sabéis a qué me refiero: dos huevos fritos con chorizo, un par de lonchas de panceta ahumada, zumo de naranja, café con tostada y un trozo de tarta de manzana. Pensé que esa ingente cantidad de calorías sería suficiente para pasar el día sin probar un bocado más. Cuando terminé de recoger la cocina, me serví otra taza de café y me fui al porche trasero, dispuesto a leer la prensa. Era mi lugar favorito para pasar las mañanas. Estaba acristalado, y en días invernales como hoy, contemplar la lluvia era r

Cuento: Un Judío en el califato de Córdoba.

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No fue, pero pudo haber sido… http://ladronesdecuadernos.blogspot.com.es/2011/12/cordoba-y-2.html      Esta historia comienza el 28 de febrero  del año 921, cuando Abderraman III, califa de Al-Andalus, gobernaba con sabiduría su vasto territorio. Fuera de sus fronteras se encontraban los reinos cristianos con los que mantenían una paz más o menos estable, sosteniendo con ellos excelentes lazos comerciales y de vecindad. Córdoba era  la capital de su imperio  y el centro de la cultura y la administración del Califato, además de ser el lugar  de residencia del califa, su familia y toda la corte.      Por aquel entonces, Abderraman gozaba con la existencia de un hijo llamado Alhaken al que adoraba; un muchacho despierto y voluntarioso que algún día llegaría a ser su sucesor. El príncipe, de apenas diez años, tenía un amigo de sangre judía, Ezra, hijo del doctor Levy médico de palacio. Habían nacido con un día de diferencia y desde ese momento fueron inseparables.

Lágrimas a solas.

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La vio entre el público: Coleta larga y morena que se movía cada vez que volvía la cabeza, mirando de un lado a otro  de la carpa; sonrisa blanca y expresiva y ojos negros y grandes, hipnotizados  por aquel lema que pregonaba el jefe de pista: el más difícil todavía. Fieros leones amansados por un domador, aún más fiero; los ases del vuelo, capaces de dobles y triples mortales en el aire, antes de aterrizar en los brazos del portador; malabaristas que conseguían girar toda una vajilla sobre finos palos y los payasos, una troupe de graciosos saltimbanquis que deleitaban con sus travesuras a los pequeños.

En pos de una estrella

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Santos Reyes- Arnaldo Maas      Llevaban meses cabalgando. De calurosos desiertos habían pasado a las frías estepas. Cruzaron mares, ciudades enormes y pueblos pequeños, y su destino aún no aparecía en el horizonte. Eran tres hombres, y uno de ellos portaba un sextante que consultaba de vez en cuando.      —Debemos seguir esa estrella —señalaba Melchor en las noches claras—. Es la que nos guiará en nuestra búsqueda.      Aquella madrugada, las monturas estaban cansadas y el polvo del camino se hallaba incrustado en cada pliegue de sus cuarteados rostros.      —Melchor, ¿estás seguro de que sabes dónde vamos? —Baltasar se estaba impacientando. El sueño que había tenido su hermano mayor y por el que él y Gaspar, su amigo, se habían puesto en camino, podía no ser más que eso, un sueño.      —Sé adónde vamos, tranquilo Baltasar. —Acababan de entrar en una pequeña aldea y la noche era fría—. Hagamos un alto. Descansemos en una buena cama y tomemos una buena cena. Mañana verás todo

Tardes de costura.

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—Catherine no había oído a Heathcliff.  Teresa levantó el pie del pedal de la máquina de coser y sobrecogida esperó casi sin respirar. —No le temo. ­¡Traiga la llave! ¡No comeré aquí aunque me muera de hambre! —Acaban de escuchar el capítulo 127 de  la novela radiofónica Cumbres Borrascosas, adaptación de Sautier Casaseca. En las voces de Juana Ginzo y Fernando Dicenta. Novela patrocinada por Fundador, el coñac de siempre. De Domecq. Con un suspiro, Teresa  volvió a la costura y a soñar con Heathcliff que la enamoraba con cada palabra. Nunca se le ocurrió pensar que era, una mujer, Emily Brontë, la que le robaba el corazón cada tarde .