El exterminio
Bilbao - Felix Bonales |
El escáner de signos vitales no
detecta a nadie. Aunque quizás existan más como yo escondidos en el silencio de
este mundo, pero lo dudo.
Aquí estoy. Soy el último
superviviente de una raza que finalmente ha alcanzado el objetivo perseguido
durante toda su existencia: el exterminio total de su especie y de todas las
que le rodean. Siempre he sabido que los humanos somos egoístas y no íbamos a
permitir que pereceríamos solos, sin llevarnos a todo lo que respira por
delante. Claro que se olvidaron de uno, de mí.
¡Gracias congéneres! Ni
siquiera los avances de la ciencia conseguirán que yo solo repueble el mundo y
vuelva a resurgir el más destructivo de todos los seres. Debería estar
agradecido por ello, no merecemos ni el tiempo que estuvimos sobre el
planeta.
¿Por qué había decidido
marcharme en el último segundo? No lo sé, tal vez fuese el espíritu de
supervivencia innato y latente en mí y que el resto parecía haber
perdido.
Lo vi venir. Hace siglos que
la historia me estaba dando la razón. Todo presagiaba que algo ocurriría y,
claro, ocurrió. Solo se requería un suicida al mando y el miedo a perder el
poder. Nunca ha habido amenazas exteriores, los enemigos siempre han estado
dentro, en nosotros, en nuestro código genético.
Se crearon armas químicas
porque no merecía la pena destruir las infraestructuras después de las guerras
y se nos fue de las manos.
Cuando me marché habían
desaparecido la cultura, la educación, los valores... Todo se resumía en la
búsqueda del placer. La adrenalina había sido la última droga de diseño: quién
corría más, quién subía más alto, quién nadaba más profundo. La moralidad
brillaba por su ausencia y ya nadie respetaba nada. En aquella sociedad el todo
vale era el modus vivendi.
Un día leí que algunos siglos
atrás se había puesto de moda la filosofía por la que nos habíamos regido desde
entonces: “carpe diem”. Bonita frase para unos pocos, qué peligrosa para muchos
y mortal para todos.
Este lema fue el eslogan de
muchos políticos: “votadme y disfrutad el momento”. Se eligieron a presidentes
corruptos, se quitaron limitaciones a todo, se reformaron leyes que no se
deberían haber tocado. El derecho sufrió un revés y los delitos dejaron de
serlo.
Al principio eran pequeñas cosas: la defensa propia que colisionaba con
el derecho a la vida, los jueces podridos que anulaban sentencias condenatorias
a sus amigos o se compraban a los carceleros inmorales que dejaban puertas
abiertas de cárceles sin vigilancia. Pequeños detalles que se fueron asumiendo
hasta que se convirtieron en norma.
El mundo se transformó en un
caos y yo me volví un bicho raro. Permanecía encerrado en mi casa empapándome
de todo lo que fue el ser humano una vez. Me gustaba leer, ver películas, la
música, el teatro, el ballet, el circo. Amaba todo aquello que el resto había
dejado de lado.
Hombre en camino - E Crespo. |
Antes de la hecatombe decidí
buscar mi isla solitaria y desaparecer del mundo. Me escondí en un búnker que
me había construido en el sótano. Se me ocurrió cuando vi una película de mitad
del siglo XX sobre la guerra fría y el miedo a las bombas nucleares. Nadie me
echaría de menos. La familia ya no existía hacía mucho tiempo y los niños eran
criados en centros de internamientos donde se seleccionaban como animales. Los
genéticamente mejor preparados se les separaban del resto para que gobernaran
el mundo. El amor había desaparecido.
Alguna vez pensé que no
estaba viviendo en el siglo que me correspondía o quizás no evolucioné como el
resto o, simplemente, como me dijeron, cuando siendo adolescente me sacaron de
centro de crianza y me abandonaron a mi suerte, que era un producto
defectuoso.
Después de treinta años de encierro
voluntario he decidido salir y el mundo tal como lo conocí ha
desaparecido.
Ahora me toca a mí lo del
“carpe diem”: Puedo leer al sol La isla del tesoro; recitar a voz en grito El
mariquita se peina de Lorca; cantar El submarino amarillo por toda la ciudad;
bailar breakdance en la calle;… Puedo hacer todo eso sin que nadie
que me llame raro. Tal vez esté viviendo un sueño del que despertaré tarde o
temprano, pero mientras… ¡A disfrutar hasta que acabe!
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