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Mi identidad

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Una  bandera o el lugar de nacimiento no nos hace  ni mejores ni peores, con derechos o sin derechos...Eso solo son hechos  circunstanciales en la existencia del ser humano.  Lo que nos hace ser especiales y únicos, lo que nos da la esencia de lo que somos, es la manera de afrontar la vida y sus oportunidades...( Mariló Jiménez -Reflexiones ante una taza de café. *)

Los sueños que imaginamos...

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  godfried schalken-mujer dormida con una vela encendida Ante una página en blanco, mi mente volaba en busca de un relato. Lo necesitaba para venderlo al periódico al día siguiente y, así, llenar la nevera. Absorta, tecleé un nombre: FARID. Enseguida le puse cara: un tuareg de unos treinta años, rostro moreno con arrugas prematuras y ojos oscuros. Le imaginé con turbante y vestiduras azules. –Por fin, ¿nunca haces caso cuándo se te llama? El eco de esas palabras resonó en mi cabeza y pensé que mi dieta, bastante escasa últimamente, me pasaba factura.   —Tranquila, a tu cabeza no le pasa nada. —Volví a escuchar, esta vez con un atisbo de ironía—. No son imaginaciones. Soy Farid Assad, protagonista de la historia que vas a narrar. Porque eres escritora, ¿no? —Por supuesto que lo soy —grité ofendida a una habitación vacía. —Muy bien, demuéstralo. —Su voz imperativa volvió a resonar—. Describe lo que veas. Aturdida, y dolida, por la actitud sarcástica de un sonido irreal

Una vida en fotos.

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Les presentó un pariente en común en una boda y lo pasaron bien. Cuando se encontraron por primera vez a solas   y él le preguntó si podía definirse como persona,   ella sacó el móvil y le mostró su galería de fotos:   bailando, comiendo, en la playa, corriendo, durmiendo, trabajando,… La joven sonrió esperando su respuesta. Él la miró con tristeza. —Tú y yo tenemos poco   en común —dijo él—a mí me gusta la novela y a ti el cómic.

¿A quién quieres engañar?

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desnuda ante el espejo - Toulouse Lautrec  En cuanto llegó a casa, se enfrentó a ella.   Al mirarla, vio   una sonrisa irónica reflejada en sus ojos.   —Da igual lo que pienses—le dijo al reflejo de su imagen—. Parezco veinte años más joven,   y eso es lo único que cuenta. Se volvió con brusquedad y tropezó con una   banqueta. Al caer oyó el crujido de algo que se rompía dentro. El   grito se confundió con la voz que salía del espejo, o eso creyó ella. —La cirugía no te devolverá la juventud a los huesos. Esos siguen teniendo ochenta años.

Despido improcedente.

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Era la mejor tiradora de la Compañía, una profesional, y las personas que la contrataban lo sabían. A ella no le importaba quienes fuesen, ni sus motivos. Cuando le asignaban una tarea, ya conocían sus métodos: nada de nombres, nada de fotos. Solo necesitaba una hora y un lugar. Nunca fallaba y nunca dejaba un trabajo a medias. Aquella tarde ya se encontraba en posición. El teléfono que le habían dejado en el lugar convenido, y del que se desharía más tarde, comenzó a sonar. Solo necesitaba un detalle: la indumentaria de su diana. Como norma sin excepción, siempre disparaba desde atrás. La ética que aún le quedaba, le impedía mirar la cara del objetivo. Ella lo veía como una nuca más, entre el montón que se movían por la calle. —Bien. —Fue su escueta respuesta. Se guardó el móvil.

Un domingo diferente

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Nota: El nombre del partido no es casual. Mi hijo me recrimina porque nunca le saco en mis historias, así que como se llama José María, decidí nombrarle, y además en mayúsculas. Espero, que si hay simpatizante de los partidos mayoritarios, no se sientan aludidos. Me había levantado tarde como cada domingo, y me preparé uno de esos desayunos que a todos nos gusta disfrutar de vez en cuando, y que no lo hacemos por falta de tiempo, por la dieta o por el colesterol. Ya sabéis a qué me refiero: dos huevos fritos con chorizo, un par de lonchas de panceta ahumada, zumo de naranja, café con tostada y un trozo de tarta de manzana. Pensé que esa ingente cantidad de calorías sería suficiente para pasar el día sin probar un bocado más. Cuando terminé de recoger la cocina, me serví otra taza de café y me fui al porche trasero, dispuesto a leer la prensa. Era mi lugar favorito para pasar las mañanas. Estaba acristalado, y en días invernales como hoy, contemplar la lluvia era r

Cuento: Un Judío en el califato de Córdoba.

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No fue, pero pudo haber sido… http://ladronesdecuadernos.blogspot.com.es/2011/12/cordoba-y-2.html      Esta historia comienza el 28 de febrero  del año 921, cuando Abderraman III, califa de Al-Andalus, gobernaba con sabiduría su vasto territorio. Fuera de sus fronteras se encontraban los reinos cristianos con los que mantenían una paz más o menos estable, sosteniendo con ellos excelentes lazos comerciales y de vecindad. Córdoba era  la capital de su imperio  y el centro de la cultura y la administración del Califato, además de ser el lugar  de residencia del califa, su familia y toda la corte.      Por aquel entonces, Abderraman gozaba con la existencia de un hijo llamado Alhaken al que adoraba; un muchacho despierto y voluntarioso que algún día llegaría a ser su sucesor. El príncipe, de apenas diez años, tenía un amigo de sangre judía, Ezra, hijo del doctor Levy médico de palacio. Habían nacido con un día de diferencia y desde ese momento fueron inseparables.