godfried schalken-mujer dormida con una vela encendida Ante una página en blanco, mi mente volaba en busca de un relato. Lo necesitaba para venderlo al periódico al día siguiente y, así, llenar la nevera. Absorta, tecleé un nombre: FARID. Enseguida le puse cara: un tuareg de unos treinta años, rostro moreno con arrugas prematuras y ojos oscuros. Le imaginé con turbante y vestiduras azules. –Por fin, ¿nunca haces caso cuándo se te llama? El eco de esas palabras resonó en mi cabeza y pensé que mi dieta, bastante escasa últimamente, me pasaba factura. —Tranquila, a tu cabeza no le pasa nada. —Volví a escuchar, esta vez con un atisbo de ironía—. No son imaginaciones. Soy Farid Assad, protagonista de la historia que vas a narrar. Porque eres escritora, ¿no? —Por supuesto que lo soy —grité ofendida a una habitación vacía. —Muy bien, demuéstralo. —Su voz imperativa volvió a resonar—. Describe lo que veas. Aturdida, y dolida, por la actitud sarcástica de un sonido irreal