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Mostrando entradas de junio, 2014

Epitafio a la Fe.

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          Atardecer en los Alpes - Obra de Silvia Inés Giwant   Miré hacia arriba pidiendo un milagro. Me aferré a mi religión y  deposité en ella la salvación de mi hijo. Desde siempre me habían enseñado que la fe era capaz de mover una montaña. Y ahí estaba yo, implorando con todas mis fuerzas que ella se inclinara, solo lo suficiente, para facilitar  su  liberación. No se movió ni un ápice. A pesar de mi fe, no conseguí que aquella mala bestia permitiera un rescate rápido a tiempo de  salvarlo. El mismo alud que lo había enterrado a él en la cumbre, sepultó mis creencias, dejándome solo un corazón helado.

Banquete real

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A simple vista parecía que todo estaba listo para recibir a los novios y comensales. Aún así me di otra vuelta para verificarlo por cuarta vez. Todo tenía que estar perfecto. Aquel acontecimiento pasaría a la historia como uno de los más importantes de este siglo. La mesa se encontraba dispuesta con la vajilla azul prusia con el filo de oro y el escudo de la casa real. Se había sacado de las vitrinas donde dormitaba y solo veía la luz en ocasiones muy especiales. Había sido elaborada en Santa Clara, una de las más prestigiosas fábricas de cerámica del mundo, y llevaba al servicio de la corona más de dos siglos. La mantelería de fino hilo blanco con el escudo bordado había sido un regalo de las hermanas carmelitas descalzas a Alfonso XII, en ocasión de su enlace.

Regalando optimismo

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Botas de fútbol - obra de Ricardo Renedo. El calor era asfixiante y aunque sudaban a chorros , ellos seguían corriendo. —¡Ánimo, vamos a ganar! —vociferaba el entrenador a sus jugadores a punto de finalizar la contienda. El estadio enmudeció asombrado y todos miraron el marcador. Cero a seis. —¡Árbitro, danos un minuto más que remontamos el partido! —gritó el capitán, poniendo voz al silencio, cuando le oyó pitar la conclusión del encuentro. Aquella tarde épica, el Alcoyano perdió el partido pero se convirtió en leyenda.

El Destino busca destino.

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Maletas - Obra de Ricardo Renedo. Manuel levantó la vista. De pie ante su mesa,  un hombre de mediana edad esperaba ser atendido. Un escueto  siéntese   fue la   única bienvenida ante de tomarle los datos. —¿Cuál es su destino? —No lo sé aún —¿Acaso no sabe a dónde va? —¿Dónde iría usted si pudiera? —Pues… no sé. A bote pronto no sabría qué decir. —Piense. Imagine que es yo y puede empezar su vida en otro lugar. —Quizás me decantaría por Australia. No sé, me parece un continente por descubrir, lleno de posibilidades. —Hecho. — ¿Hecho? ¿Pretende vivir mi sueño? Colocó sobre la mesa una visa platino a nombre de Manuel. —No, pretendo que vivas el tuyo. A veces el destino encuentra a su destinatario. 

Vidas Rotas.

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Desesperado- Obra de Antonio del Moral Teruel. Echó un vistazo alrededor y contempló las cuatro paredes que habían sido su hogar durante los últimos quince años. Se dio cuenta, que al contrario de lo que pasaba fuera, allí se acumulaban pocas cosas y todo lo que poseía cabía en una bolsa del Alcampo. Revisó por última vez el contenido de la misma: una foto con los bordes desgastados y rotos, donde aparecían su padre y su hermano sonrientes, la bolsa de aseo y una muda de ropa interior. El resto del equipaje, el que importaba, lo llevaba dentro, intacto. Esperaba a que Faustino, el funcionario de prisiones, le trajera la orden de salida y, mientras lo hacía, un recuerdo volvió a tomar posesión de su mundo. Cerró los ojos y lo dejó entrar de nuevo, empapándose con él.                                                *****

Oración ante el espejo.

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las tres Gracias de Rafael Sanzio El verano asoma por la puerta y yo me echo a temblar...    —"¡Dios mío ten piedad! A ti me encomiendo  Señor,  aunque ponga en tela de juicio tu existencia la mayor parte del tiempo, y te pido ayuda ante el reto que supone probarme la ropa del verano pasado. Lanzo  esta oración   en el  silencio de mi cuarto esperando que se obre el milagro de que me esté grande para poder ir de rebajas en busca de un bikini o, por lo menos, de un bañador con tres tallas menos.    Aguardo  con  los ojos cerrados confiando que, en el instante de abrirlos,  este artilugio infernal donde se refleja el paso del tiempo y de la comida; del insomnio y  de los madrugones; de jornadas de trabajo maratonianas y de fiestas nocturnas aún más largas no sea muy duro conmigo y me devuelva la imagen que deseo.